Utilidad y utilización de la consanguinidad en la cría

Por Stéphane Vansteelant Champion Canary Club

Champion Canary Club

Traducción: Diego de Tena Ortiz
Juez O. M. J. de canarios de color

Muy preconizada por algunos que declaran este método excelente si las cepas son de buena calidad, es a veces muy criticada por otros. Generalmente los criadores han sido mucho tiempo bastante hostiles, cuando no se han opuesto con fuerza aunque
algunas razas de animales hayan sido creadas enteramente de esta forma.

La consanguinidad es un método de reproducción en el que se acoplan progenitores de la misma familia, emparentados en un grado más o menos lejano. En efecto, según un código preciso existen tantos grados de parentesco como generaciones en línea directa se remontan al ancestro en línea colateral.

Así entre un padre y su hijo existe un grado de parentesco llamado de 1er grado. Del mismo modo, el parentesco es de 2º grado entre un individuo y su nieto pero también entre un hermano y su hermana. Es de 4º grado entre primos hermanos. La
consanguinidad es decreciente en el orden siguiente: hermano x hermana, mediohermano x hermana, sobrino x tía.

Destaca de este conjunto de hechos que la consanguinidad colateral se utiliza a menudo con muy buenos resultados a condición de que los ejemplares utilizados sean “ejemplares de élite”. Ella logra un alto grado de uniformidad en el tipo y en los
resultados obtenidos en los concursos. Permite concentrar en los individuos que resultan los genes de un ancestro que ya ha intervenido varias veces en la línea. Tiende a separar la raza en familias distintas, cada una unida a un ancestro notable del que se han querido fijar las características. Entre estas familias es imposible practicar una selección familiar. La consanguinidad lineal aumenta notablemente la homocigosis y el poder para iniciar una estirpe. Volveremos posteriormente sobre estos dos puntos.
Las aplicaciones prácticas de la consanguinidad lineal son interesantes de considerar. Es evidente que si un macho ha producido con diferentes hembras descendientes de calidad superior a su madre es necesario no vacilar en utilizar el poder transmisor de este reproductor y fijar sus características. Se aumentará pues la relación de parentesco entre sus descendientes y él mediante una consanguinidad en línea directa. Si este macho muere, se deberá utilizar indirectamente a través de sus descendientes; en este caso, siempre es importante aplicar rápidamente el sistema de consanguinidad lineal antes de que la relación de parentesco entre dichos descendientes sea demasiado baja. Será bueno recurrir incluso a la consanguinidad colateral entre primos hermanos.

Otra aplicación de la consanguinidad lineal es el establecimiento de una línea, problema que puede surgirle al criador que inicia una cepa. Para establecer una línea, es necesario en un principio adquirir sujetos de excelente calidad, en perfectas condiciones
de salud y respondiendo perfectamente al estándar. Las hembras serán acopladas con un macho reproductor descendiente de la misma línea que ellas, línea del ancestro macho de estas hembras. Este maridaje debe permitir la obtención de productos de valor medio de los que se podrán seleccionar los mejores. En el caso de que esta unión no sea posible, se puede utilizar la hembra como base acoplándola la primera vez con un macho excelente de sangre diferente y luego la segunda vez con un macho valioso que tenga un vínculo de parentesco con el de la primera vez. Se seleccionarán los mejores descendientes de estas dos nidadas que a continuación serán acoplados entre sí y darán una producción homogénea compuesta por sujetos de excelente calidad.

Cuando tras un cierto tiempo de consanguinidad lineal se aprecia que esta consanguinidad se ha vuelto demasiado estrecha en una línea (la señal de alarma es la aparición de sujetos inestables, enclenques y también la ralentización de la velocidad de
crecimiento de los jóvenes), entonces es necesario introducir “sangre nueva”. Es refrescar o out breeding. La mejor forma de conseguirlo sin perturbar demasiado el trabajo ya realizado es buscar un macho que tenga el 50% de sangre ajena. Por consiguiente en la práctica es necesario refrescar con la ayuda de hijos de un macho descendiente de la línea consanguínea que nos interesa y de una hembra de una línea totalmente diferente.

La consanguinidad que tiende a aumentar el número de homocigotos también hace aparecer todas las taras y todos los caracteres defectuosos que pudieran existir en la cepa en estado recesivo. Así cuando nos ponemos manos a la obra conviene proceder a una selección despiadada y no conservar para la reproducción nada más que los individuos que producen los pájaros más sanos, los mejor constituidos, los más próximos al estándar. Las posibilidades de realizar las mejoras consideradas son superiores si se utilizan para la reproducción consanguínea sujetos que hayan sufrido la selección genotípica en la descendencia porque no estamos seguros de que posean los genes deseados. El porcentaje de homocigotos aumenta en una población con los parentescos consanguíneos (ley de Hardy) así como aumenta la probabilidad de heredar un carácter de los progenitores iniciales, macho o hembra. En una estrecha consanguinidad el porcentaje de posibilidades de obtener heterocigotos disminuyen a la mitad: los heterocigotos desaparecen pues a fuerza de uniones consanguíneas mientras que subsisten únicamente los homocigotos y se aumenta la homogeneidad de la población considerada. Es evidente que la consanguinidad estrecha, más o menos incestuosa, como indican los ejemplos prácticos citados anteriormente, es el “in and in” de los anglosajones que consiste en las uniones padre x hija, hijo x madre, hermano x hermana. Evidentemente se corre el riesgo de que la menor tara recesiva afecte a la descendencia en algunos productos descendientes de estos acoplamientos lo mismo que un carácter beneficioso puede predominar en otros lo que justifica el aforismo de Lush “La consanguinidad no es el crimen, ella descubre el crimen”. Las taras, defectos o cualidades están condicionadas por los genes que, aunque recesivos, aparecen gracias a la homocigosis mientras que estaban ocultos anteriormente por la heterocigosis de los progenitores iniciales.

Una consanguinidad amplia consiste en utilizar individuos poco emparentados. El “in breeding” o “close breeding” es la unión de dos individuos a los que separan tres o cuatro grados de parentesco. El “line breeding” es la de individuos separados por cuatro o cinco grados de parentesco. Por último, se habla de “large breeding” cuando separan a los reproductores más de cinco grados de
parentesco.

La utilización de la consanguinidad ha sido criticada mucho tiempo y el problema se obscurece por la parcialidad de los criadores así como por la inexactitud de las enseñanzas obtenidas de los experimentos y ensayos practicados. La puesta en práctica de la consanguinidad supone algunas precauciones, resultantes de la estricta observación de reglas inquebrantables, codificadas por el Doctor Roplet del que tomaremos mucho prestado en las líneas que siguen.

Regla 1: La consanguinidad que tiende a la homocigosis produce la pureza pero solamente en la cualidad considerada por el criador. Es decir que si los caracteres que el criador busca mejorar se benefician efectivamente de este método, los caracteres poco apreciados van por el contrario a degenerar. Degeneran por negligencia, por actitud de espíritu o por imposibilidad material (número de parejas) de eliminar los recesivos para estos caracteres secundarios.

Por tanto es absolutamente necesario evitar abandonar provisionalmente la mejora de algunos caracteres considerados como secundarios y evitar concentrar únicamente en las cualidades que se muestran primordiales en cuanto a restablecer ulteriormente la situación y dedicarse entonces a revalorizar lo que momentáneamente se había menospreciado. En efecto, si se descuida una característica, su falta se hace homocigótica (ley de Hardy) y no es posible reintroducir esta característica nada más
que “infundiendo sangre nueva” lo que viene entonces a destruir todo el trabajo hecho anteriormente. Evidentemente existe la necesidad de tener en cuenta numerosas características que se ocupan únicamente de cualidades de tipicidad (melanina…) y se
colocan en segundo plano las otras características (morfología, lipocromo…).

Regla 2: Los efectos nocivos de la consanguinidad son imputables a la heterocigosis, debida siempre a un out breeding en las generaciones anteriores. Paradójicamente, la consanguinidad aumenta en este caso la variabilidad y la frecuencia de la aparición de caracteres no deseados, pero el gran error sería volver a la unión con otra hembra lo que llevaría a una variabilidad aún mayor.

El único remedio consiste en la prolongación de una consanguinidad estrecha con selección rigurosa de los recesivos y su eliminación de la reproducción. Prácticamente, la aplicación de la consanguinidad en uniones exteriores (out breeding) produce caracteres no deseados.

Pero el único remedio es continuar la consanguinidad. De aquí resulta que la consanguinidad es mucho más ventajosa y beneficiosa a corto plazo en una población ya relativamente consanguínea que en una población que se aparta de las características buscadas. Por este motivo el criador tendrá gran interés en testar la descendencia para detectar la heterocigosis. Terminará por producir una descendencia homogénea y aumentar considerablemente el porcentaje de pájaros de buen nivel. Estos pájaros serán casi idénticos y constituirán stams de una gran homogeneidad.

Regla 3: Es necesario no utilizar reproductores inferiores al ideal que el criador se propone conseguir. La consanguinidad produce resultados afortunados en tanto que la frecuencia genética del carácter favorable buscado sea elevada. Bien entendido que el criador busca fijar este carácter favorable. Es necesario pues realizar uniones entre familias lejanas hasta que haya producido un número suficiente de individuos excelentes para comenzar la consanguinidad. El número de individuos excelentes debe ser rande porque siempre hay numerosos ejemplares portadores con un fenotipo engañoso que hay que eliminar. Durante las cuatro o cinco primeras generaciones es necesario vigilar no la calidad mayoritaria del conjunto sino la calidad de los mejores sujetos que serán los únicos utilizables como reproductores.

Regla 4: Es preciso no utilizar jamás animales defectuosos (homocigotos recesivos para un carácter dado). En efecto, el acoplamiento de dos pájaros defectuosos indudablemente no producirá nada más que pájaros defectuosos y no se podrá volver jamás a la dominancia heterocigótica sin out breeding. Por el contrario, la obtención del carácter homocigoto dominante dispensa de seleccionar en adelante dicho carácter.

Regla 5: Sería bueno que los criadores trabajen de común acuerdo en el emparejamiento, seleccionando cada uno líneas diferentes pero idénticamente tipificadas.

El desarrollo simultáneo de varias líneas es efectivamente una garantía contra la involuntaria pero inevitable pérdida de genes resultado de la consanguinidad. Poder poner machos reproductores o hembras, en estas diferentes líneas puede permitir subsanar eventuales faltas y no acabar en un punto muerto definitivo. Además, como esto ocurre en la cría con mucha frecuencia, la fecha de separación de las líneas nunca es muy antigua y se entera rápido por conversaciones que muchos de los pájaros de nuestros criaderos tienen ancestros comunes que provienen de un criadero líder en la época de la compra de los pájaros. Así, si el criador no ha practicado demasiado “out breeding”, la impureza resultante de los acoplamientos de animales de líneas diferentes nunca es ni muy grave ni muy grande y las uniones externas no producen perturbaciones demasiado importantes.

En suma, se utiliza la consanguinidad cuando se quieren producir ejemplares muy próximos a los que se admira. Se eleva de esta forma el coeficiente de parentesco que de otro modo disminuye a la mitad en cada generación. Además la consanguinidad tienen una enorme ventaja que precisamente la ha desacreditado mucho tiempo en el espíritu de los criadores: ella ayuda a la selección de los genes desfavorables haciendo aparecer sujetos portadores de caracteres que deben ser eliminados. Esta concentración de caracteres desfavorables en algunos individuos permite su eliminación; es suficiente con eliminar de la reproducción los pájaros tarados. Lo ideal sería que un solo pájaro de una nidada acumule todas las taras.

Igualmente la consanguinidad permite formar familias distintas ofreciendo la posibilidad de una selección más severa que entre individuos. Sobre todo en lo que respecta a los caracteres débilmente hereditarios. En fin, ella permite comprobar el valor hereditario de un macho reproductor. El test de la consanguinidad incestuosa sirve de examen y constituye la prueba más severa del valor hereditario de un macho. Pero el menor de los méritos de este método de reproducción no es haber permitido y permitir la aparición de individuos fuertemente homocigóticos calificados de transmisores. El poder transmisor de un reproductor es la capacidad de imprimir a sus descendientes caracteres tales que los asemejan a sus padres y se asemejan entre ellos más que corrientemente.

En zootecnia es habitual designar con el término de “herencia unilateral” la realizada con el objeto de parecerse únicamente a uno de sus progenitores. Sólo uno de los dos ascendientes ha transmitido sus caracteres con exclusión del otro progenitor. Por tanto todo ocurre como si actuara solo y como si el producto fuera el fruto de sus genes solamente. Un progenitor que tenga semejantes cualidades evidentemente es un excelente transmisor y posee la cualidad de transmitir es decir dejar su impronta en
toda su descendencia, es lo que nosotros llamamos un “marcador de línea”. Estos marcadores son tal vez la burla de algunos de nuestros compatriotas galos cuyas ideas sobre la consanguinidad se remontan a los tiempos de los romanos pero ellos existen y
bien.

En cambio, algunos pájaros brillan en los concursos por su esplendor y sus cualidades visibles pero luego resultan nada más que mediocres reproductores. La facultad de transmitir como la definió muy bien el profesor Jean Blain no es otra cosa
que la posesión por un reproductor, de caracteres dominantes que se conservan en primera generación. Es una facultad a la que es necesario saber poner límites y que la selección sola no consigue mantener. Si no se utiliza la consanguinidad no existe ninguna razón dice el profesor Blain para que los caracteres dominantes continúen apareciendo en la totalidad de los sujetos de la segunda generación. Si las buenas cualidades de los transmisores han persistido durante varias generaciones es que, por una parte, los sujetos portadores de caracteres recesivos no deseados han sido cuidadosamente eliminados. Nosotros lo hemos visto, en efecto más vale realizar la consanguinidad estrecha con un buen reproductor que una consanguinidad amplia con un reproductor mediano. En el plano práctico no existe reproductor que realmente encaste pero hay progenitores que poseen caracteres que se imponen. Remitiéndose a las leyes de Mendel, ese abecedario de la cría, es fácil comprobar que un reproductor
que posee caracteres dominantes en doble dosis (homocigosis) los transmitirá obligatoriamente a su descendencia mientras que un reproductor que posea los mismos caracteres en dosis sencilla (heterocigosis) no los transmitirá nada más que a un 50% de su descendencia. Por lo tanto, el número de productos está relativamente limitado, el azar puede hacer que algún joven descendiente de un macho heterocigoto no se le parezca.

De lo que precede resulta pues claramente que las diversas causas del poder transmisor de un individuo son:

  1. La homocigosis. Puesto que perfectamente homocigoto, no producirá nada más que los genes que habremos seleccionado. El poder encastador es por tanto directamente proporcional al número de buenos genes para los que el pájaro es homocigoto.
  2. La dominancia. Ya que un descendiente que recibe un gen dominante muestra únicamente el efecto de este gen. El valor de un reproductor es pues máximo si todos los genes buenos son dominantes y en estado de homocigosis.
  3. La epistasia. Fenómeno por el que un carácter depende de la combinación de varios genes que individualmente tendrían un efecto nulo o defectuoso. Normalmente, esta combinación epistásica tiende a ser rota en cada generación mientras que la consanguinidad lineal permite aumentar su posibilidad.

El valor del poder encastador de un individuo está en función de los acoplamientos practicados. Los defectos frecuentemente son debidos a genes recesivos y un reproductor encastador puede poseerlos en estado heterocigoto. Cuando se acopla con un animal cualquiera, aparentemente no defectuoso, pero igualmente heterocigoto para el defecto considerado, este defecto se podrá manifestar como en todo otro acoplamiento entre heterocigotos.

Por último y desgraciadamente, el poder encastador no es transmisible salvo lo que respecta a la dominancia. La homocigosis de un macho reproductor no se vuelve a encontrar en sus productos nada más que si las hembras que se le proporcionan son igualmente homocigóticas para estos caracteres buscados. Por lo tanto un alto grado de homocigosis no se puede lograr nada más que por numerosas generaciones sucesivas y desgraciadamente puede ser destruido por un solo acoplamiento out breeding.

Se ve pues que en la cría es necesario lograr un equilibrio entre los caracteres buscados y los caracteres no deseados. Este equilibrio depende de la habilidad del criador y de sus conocimientos pero también depende de los ejemplares con que inicia el proceso y en particular de la abundancia de genes no deseados.

En fin, el criador debe conservar este equilibrio reservándose la posibilidad de refrescar la sangre en las otras líneas consanguíneas para corregir eventuales faltas o recuperar los genes favorables perdidos en su propia línea a consecuencia de errores o de situaciones fortuitas. Conviene recordar que fundar una línea es practicar el “in and in”, ya que perpetuar una línea, fijar un carácter nuevo, mejorar una raza es practicar una consanguinidad más o menos amplia y es necesario no vacilar en practicarla.

El coeficiente de consanguinidad a partir del cual comienza el peligro está en función de la nitidez del objetivo, de la exactitud de los test, de la abundancia de genes no deseados, del porcentaje de eliminación posible según la velocidad de reproducción y según la habilidad del criador. La consanguinidad ayuda a la selección contra los genes desfavorables haciéndolos aparecer y sacrificándolos. Si el número de genes recesivos es demasiado grande, la consanguinidad llega a ser imposible y la selección no puede ser llevada a su término ya que no alcanza el objetivo buscado. El productor de animales, cualquiera que sea la especie o la raza, debe convencerse de que no hay selección posible y válida sin consanguinidad así como no hay consanguinidad benéfica
sin selección. La producción es, finalmente, una arte sutil que exige competencia y habilidad, paciencia y dinamismo, que necesita una cierta habilidad y un continuo replanteamiento.

Diremos por último que de la juiciosa utilización de la selección, de la consanguinidad y del out breeding depende el futuro de cada una de las razas de pájaros que hacen nuestro gozo de criadores y que permiten así a los humanos reencontrarnos y
tejer relaciones calurosas.

Bibliografía: El perro de pastor belga: Doctor veterinario Yves Surget
Métodos de reproducción en zootecnia: R. Baron
La reproducción, el cruce y la herencia de los animales de granja: J. Hamond